domingo, 9 de noviembre de 2014

Complacencia cinematográfica

por Christian Wiener F

Hace unos días, el periodista Augusto Álvarez Rodrich hacía mención en su columna diaria del Diario La República, a propósito de la desaceleración económica  y el último paquetazo económico,  de unas declaraciones de Gastón Acurio donde advertía sobre el riesgo de la complacencia por todo lo conseguido en la gastronomía peruana. 

Lo manifestado por el conocido chef no se encuentra lejos de la verdad, ya que es innegable que los éxitos y reconocimientos de la comida nacional han llevado a muchos en el sector, y fuera de él, a creer que ya todo estaba hecho y había que vivir de la fama sin preocuparse en innovar en un mercado tan competitivo e impredecible. Y lo mismo podría aplicarse según AAR a la economía, donde las cifras macroeconómicas y certificaciones de los organismos financieros internacionales hicieron a muchos confiar en una solidez inquebrantable e infinita del modelo económico, pero no contaban con que los precios internacionales de la materias primas se cayeran y las inversiones se retrajeran, para que el celebrado modelo comenzara a mostrar sus debilidades y limitaciones.


No son ciertamente los únicos casos de autocomplacencia nacional en los tiempos de la “Marca Perú”, ya que se presenta también en otros sectores, como el caso del cine. Efectivamente, de un tiempo a esta parte, y producto de varios factores como la multiplicación de estrenos peruanos a cifras antes impensables, los resonantes éxitos comerciales obtenidos por algunas cintas y la asignación, por fin, de la totalidad de los recursos presupuestales establecidos  en la Ley 26370 para los concursos de cine, han llevado a muchos a pensar que estaríamos viviendo algo así como la primavera del cine nacional, y que los problemas y angustias que históricamente afectaban a los cineastas, productores y gente allegada a la actividad, habrían milagrosamente desaparecido o cuando menos reducido.

No se puede negar que la situación actual del cine peruano es mucho mejor, y da para el optimismo, que la que se vivía hace algunos años, ya que la actividad está en franco ascenso y tiene una mayor visibilidad, tanto a nivel nacional como internacional. Pero las visiones del momento a veces nos juegan una mala pasada, y como ya nos pasó a fines de los ochenta del siglo pasado, cuando se creía inamovible el régimen legal de fomento que se había heredado del gobierno de Velasco, poco tiempo después la realidad golpeo al gremio, la liquidar el régimen fujimorista, sin anestesia, los beneficios que gozaba la producción nacional para llegar a las pantallas.

Hace no mucho parecía haber consenso en los gremios de cine sobre la precariedad de la actual ley 26370, mejorada y actualizada por la 29919, y la necesidad imperiosa de una nueva normativa, moderna e integral, acorde a las leyes existentes en otros países de la región. Para ese fin se impulsaron varios proyectos, el último de los cuales fue que elaboraron de manera conjunta durante varios meses el Ministerio de Cultura y representantes de los gremios cinematográficos. Lamentablemente, y como es conocido, ese texto fue observado por los tecnócratas del MEF y los funcionarios del Ministerio de Cultura no tuvieron mejor idea que encarpetarlo, lo que motivo una justa y airada respuesta de los cineastas en una comunicado público de mayo de este año.

Sin embargo, pasado el tiempo las cosas siguen estancadas en cuanto a las posibilidades de una nueva ley, pero los integrantes de los gremios ya no hablan de ello ni demandan por mayor explicación de la autoridad en cultura, tal vez por cansancio, pudor o vaya uno a saber qué razón. Total, si hay plata y concursos ¿para qué perder el tiempo en lo que puede ser o será? Similar actitud se presenta en el tema de la exhibición cinematográfica, donde el éxito de algunos y la posibilidad de estrenar –no importa en qué condiciones y circunstancias- parece haber abolido todo debate sobre cuota de pantalla y mínimo de mantenimiento, llevando incluso los planteamientos hasta su caricaturización. Y la proliferación de festivales y muestras en distintos lugares es también visto como signo de buena salud cultural, sin detenerse a  evaluar su continuidad, convocatoria y sobretodo impacto en la población.

Ello se da en medio de una renovada ofensiva neoliberal, que en artículos periodísticos y foros académicos insisten en la necesidad de terminar con los subsidios al cine nacional, apoyándose en los sucesos de “Asu mare” y otros films que “demostrarían” que se puede hacer cine rentable sin recursos públicos. Cabría preguntarse entonces si en el futuro más cercano, cuando el Estado ya no quiera o pueda seguir dotando de recursos (recordemos que la asignación se da vía presupuesto y no  mediante un fondo permanente), que pasara con la actual ley y si no se convertirá en papel mojado como hasta hace unos años. Recuérdese que falta poco más de un año para el cambio de gobierno, y ya se alzan voces, incluso dentro del propio ámbito de la cultura, que reclaman que los fondos asignados al cine se redistribuyan a los otros sectores artísticos, desvistiendo un santo para malvestir a otros.

Y ni que decir que en plena primavera se ha avanzado muy poco, por no decir nada,  en cuanto a cautelar los archivos cinematográficos o en la promoción de la producción extranjera en el territorio nacional, entre otras propuestas de la ley que se prometieron soluciones por caminos paralelos. El merecido homenaje y reconocimiento a cineastas, incluyendo el Premio Nacional a Lombardi, se quedarán en lo simbólico si paralelamente no se recuperan como patrimonio de la nación el conjunto de sus obras, y se difunden para las nuevas generaciones.

Un síntoma de todo lo anterior es que la reunión de la Conferencia Iberoamericana de Autoridades Cinematográficas (CACI) y el Programa IBERMEDIA, que por segunda vez en su historia se reúne en noviembre de este año en Perú (esta vez en Cusco), viene pasando casi desapercibida para el sector y sin mayor impacto mediático, desaprovechándose la oportunidad, contando con las autoridades y representantes de los organismos de cine y cultura de la región, de poner el tema de cine y su legislación en el centro de la noticia y el debate nacional, como si hizo en anteriores reuniones en Bolivia y Brasil, entre otras.

Cuidado con la complacencia, porque la función puede terminar y antes que aparezca el fin. Salvo, por supuesto, que reaccionemos a tiempo, que todavía no es tarde.