La memoria siempre es peligrosa. De ahí que los poderosos, abusivos,
corruptos e intolerantes de todas partes buscaron siempre reescribirla, acomodarla
o simplemente esconderla y, de ser posible, enterrarla. La hostilidad que suscitó el trabajo y las
conclusiones de la Comisión de la Verdad, o la cerrada oposición a la creación
del Museo de la Memoria (luego convertido en LUM) es buena prueba de ello. Y si
al final se vieron obligados a aceptar la existencia de esos espacios, lo van a
querer acotado, disminuido y finalmente, sometido.
Eso es lo que han logrado ahora con el descabezamiento del LUM ejecutado
por el Ministro de Cultura, al parecer bajo presión de un tweet de un
congresista fujimorista. Ni el comunicado oficial del Ministerio, ni las
explicaciones informales del ministro y su asesora sobre las supuestas razones
del cese de Guillermo Nugent (“podría haberse mellado la crucial credibilidad y
legitimidad del LUM”) han satisfecho a la opinión pública y la comunidad
cultural, porque el olor de la censura es innegable. El mantenimiento de la muestra que según palabras del propio ministro.
“despedía una clara sensación general de sesgo que no
se corresponde con la que habíamos acordado buscar para el LUM” no logra amenguar el hecho. Se quiere un LUM
constreñido, limitado y
sin autonomía; y por eso es necesario un director que se someta a las
directivas de sus superiores, y no perturbe el necesario consenso político.
Algunos arguyen que debiera admitirse otras memorias de los hechos ¿Por
ejemplo la del Grupo Colina, el Comando Rodrigo Franco o el Senderismo? Porque
si demandamos la máxima pluralidad, tendría
que alcanzar a todos. Pero se olvida que
la función de esta institución es recordarnos lo que vivió y aún sigue viviendo
el país a causa de la guerra interna de los años 80 y 90, sus víctimas y
principales responsables, así como las causas que lo motivaron.
Tal vez, y con razón, a los historiadores y científicos sociales se les
puede exigir más rigurosidad y equilibrio en el análisis y explicación de estos
hechos Para eso, no solo el LUM, sino los espacios académicos y de los medios
de comunicación –tan ajenos a este debate más allá del escándalo- son los más indicados. ¿Y los artistas? ¿Puede cuestionarse las obras de
arte bajo criterios de “sesgos” o que no incomoden los consensos y
gobernabilidad? Con semejante criterio “La libertad guiando al pueblo” de
Delacroix o el “Guernica” de Picasso
nunca hubieran sido admitidos en un LUM “neutral” como quieren algunos.
Resulta por demás muy ingenuo pensar que la censura se va a limitar al
LUM, y que quienes ya consiguieron un trofeo sin mucho esfuerzo, no van a
buscar más. No extrañe que mañana o más tarde apunten también a los concursos
de cine, teatro y literatura que promueve el Ministerio de Cultura, y demanden que
las obras a premiarse no tengan “sesgos” ni alteren la convivencia con otros
sectores políticos. ¿Censura? No, que va, se trata solo de ser cautos y evitar
provocaciones en este clima político, como dicen los tibios de siempre.
Y si pues, la memoria es peligrosa. Por eso las autoridades
gubernamentales se oponían a la creación de la Cinemateca Nacional en la nueva
Ley de Cine para preservar nuestra memoria audiovisual. No vaya a ser que algún sector con poder se moleste con estos
recuerdos. Estamos avisados.
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