lunes, 21 de enero de 2013

Detrás de la revocatoria limeña



Por Christian Wiener

La revocatoria es una institución democrática, legítima y necesaria, porque permite a la ciudadanía fiscalizar y eventualmente sancionar con la vacancia del cargo, a las autoridades elegidas que incumplen con su mandato o abusan de su poder. Pero este procedimiento democrático fue manipulado y pervertido desde su origen por el fujimorismo al restringirlo solo al ámbito municipal y regional, buscando limitar su autoridad y alcance frente al gobierno central o el legislativo, colocándole una valla muy baja de adherentes –por debajo, por ejemplo, de lo que se requiere para un proyecto de ley o una iniciativa constitucional– y sin necesidad de mayores justificaciones legales o políticas para su convocatoria. Por eso se ha convertido en centenas de distritos del interior del país, más que en una herramienta de consulta a la población, en arma de chantaje y vendetta de los perdedores, de todos los colores y matices. Si ahora recién se comienza a percibir los alcances del tema es por la dimensión geográfica y demográfica de Lima, y porque somos un país hipercentralizado, donde fuera de la capital, casi nada existe e importa.

Sin embargo, los promotores de la revocación a la Alcaldesa de Lima no parecen ser conscientes que abrir esta compuerta puede ser mañana muy peligroso para ellos, porque de ser positivo a sus intereses el resultado, cualquier autoridad futura tendrá sobre su cabeza la amenaza de la posible revocación por quítame estas pajas, y desborde popular de por medio. De allí que diversos políticos y organizaciones de derecha hayan preferido tomar distancia, e incluso oponerse a la misma (Lourdes Flores, PPK, Fernán Altuve, la CONFIEP) aunque la dinámica mayoritaria de su sector, obcecados en el corto plazo, siguen adelante, con la bullanga mediática y el respaldo de instituciones tan poco imparciales como el JNE. ¿Qué podrá argumentar alguien como Aldo Mariátegui si mañana se impulsa un referéndum sobre la actual constitución fujimorista? ¿Cómo la deslegitimará si antes avaló esta revocatoria?

Tras la revocatoria se juntan lo más rancio y representativo de sectores políticos que  manejaron buena parte del país y la ciudad a su antojo durante casi treinta años, sin dar la cara, escudados en personajes secundarios de aspecto turbio y sin vergüenza como Marco Tulio Gutiérrez o Carlos Vidal. Todo el proceso ha estado plagado de irregularidades escandalosas como la compra de firmas con regalos, la ampliación a última hora de la fecha para la entrega de las mismas, las firmas falsas y otras de muertos y desconocidos; o la lista de aportantes testaferros, muchos sin dinero o con deudas gigantescas en INFOCORP (más o menos la misma metodología que usaron para el caso COMUNICORE, lo que no es casualidad). Detrás de todo esto, ya se sabe, está el ex alcalde Castañeda y financistas como su congresista Luna Gálvez, en contubernio con el APRA renovada y mafiosa de Alan García y el fujimorismo, y con el estridente apoyo de la prensa macartista y vocinglera de Correo, Perú 21, Expreso, La Razón, acompañada de forma más meliflua, pero no menos efectiva, por RPP, Panamericana TV, América TV, Canal N y El Comercio; todos los cuales se quedaron con el sabor de la derrota de los últimos procesos electorales.

El objetivo de los sectores detrás de la revocatoria es diverso y complementario. En primer lugar, recuperar cuotas de poder y control en la gran metrópoli que alberga a casi la tercera parte de la población del país, y que mueve los grandes negocios. A pesar de su complejidad y diversidad, Lima se ha preciado tradicionalmente de ser un bastión conservador, por lo que resulta tan importante quién lo represente como autoridad, que es política y no solo vecinal, como algunos quisieran reducirla. Por eso, para la llamada DBA y sus teóricos ultraliberales, la revocatoria se presenta más que contra Villarán o Fuerza Social, como un referéndum sobre la izquierda, el “progresismo” o los “caviares”, y su supuesta incapacidad para ser gobierno (local o nacional), invalidándolos para el 2016 y de ser posible, para toda la vida. Otro sector apoya la revocatoria por razones más pedestres e inmediatas, como los negocios, licitaciones y “faenones” que se estarían perdiendo con la actual gestión y que buscarían recuperarlos cuando antes, con el apoyo generoso de muchas grandes constructoras, nacionales y extranjeras, que siempre ganan los concursos de obras. Asimismo, la estarían promoviendo sectores que han medrado con poderes fácticos e impunidad de anteriores gestiones, y que ahora se sienten amenazados, como los del transporte masivo o el mercado mayorista de la Parada. Finalmente no se puede dejar de lado una conjunción de intereses oscuros como integristas católicos y evangélicos, horrorizados por la apertura de conciencia de la actual gestión, y otros grupos y personas que aprovechan su cuarto de hora mediático para salir a pontificar contra la gestión de Villarán sin más argumentos ni propuestas que tres o cuatro consignas de cliché, y harto machismo y misoginia. 

Dicho todo lo anterior, hay que reconocer que a pesar de todo el fuego graneado y la bajeza de la campaña contra la alcaldesa desde antes de su asunción al mando, ella y su equipo más cercano ha contribuido también en alguna medida a legitimar en algunos sectores de la opinión pública la campaña revocadora con una gestión lenta, dubitativa, por momentos errática y llena muchas veces más de diagnósticos que de soluciones, como si estuviera dirigiendo una ONG más que un cargo público. Recién el 2012, cuando le entra a temas polémicos y evitados por sus antecesores, como la reforma del transporte público o el traslado al nuevo mercado mayorista,  es que recién empieza a perfilar su mandato y prioridades y, no es casual tampoco, arrecia la campaña revocadora, que se gestó desde que el 2011 se realizaron las denuncias a la actuación de Castañeda en el municipio, pecado mortal en la política peruana, donde la corrupción previa por lo general se esconde púdicamente, para no molestar a los posibles implicados.

Es claro que no es necesario ser un militante de Fuerza Social o un defensor de la gestión de Villarán para oponerse a la revocatoria, así como muchos de lo que votamos por Humala en primera y segunda vuelta no fue por ser miembros del nacionalismo, sino porque creímos en un cambio del país, y no tanto del candidato ni su programa. Es más, muchos de los que declaran su voto por el NO, lo harán a pesar de sus críticas o disconformidad por determinadas acciones y decisiones adoptadas por la Municipalidad de Lima, y para evitar que sectores retrógrados e inescrupulosos como los que apoyan la revocatoria, puedan verse beneficiados. La honestidad de Villarán y su gestión es muy importante y significativa, contrastando con el pasado y presente de buena parte de la administración pública y privada, pero no basta, porque la autoridad requiere también acción y decisión política. En este sentido, dentro de los logros de la alcaldesa y el concejo, saludo su iniciativa para hacer de Lima una ciudad verdaderamente inclusiva y moderna, visibilizando a la comunidad homosexual, antes negada o escondida dentro del closet, tanto política como mediáticamente.

Y es que el logro de Villarán, si alcanza a completar su gestión, no será tanto cemento ni obras faraónicas, sino empezar a cambiar el concepto de la ciudad, para convertirla en un lugar democrático y amigable, donde la población, toda, se sienta partícipe e identificada con su entorno y gente, y no la vea como un espacio a ganar y defender como sea, lotizado para grupos de poder e intereses que han manejado el transporte público, el tráfico de terrenos, las construcciones, centros comerciales, casinos o el mercado mayorista a lo largo de los años. Hay que recordar que Lima ha crecido de manera desproporcionada en los últimos años, producto principalmente de la migración que le cambió definitivamente el rostro a la ciudad, convertida ahora en una multiplicidad de ciudades que conviven entre sí. Por ello, si se quiere impulsar una campaña mínimamente exitosa en la capital, debe integrarlos, evitando el ninguneo o menosprecio de los grupos de emprendedores que construyeron desde los arenales nuevos distritos, sacando adelante emporios comerciales como Gamarra o Polvos Azules. La gestión municipal debe trabajar integrando estos nuevos distritos, con los viejos y derruidos barrios tradicionales como el Cercado, Breña y la Victoria, demostrando su verdadera vocación popular.

Otra punto a favor de la gestión municipal es la importancia que se le ha dado a la promoción cultural, y el activismo que acompaña su política, incluyendo ordenanzas e iniciativas legales que ojalá continúen, frente a la casi inexistencia de la misma en el anterior gobierno edil metropolitano. Es cierto que a veces se priorizaron grupos y opciones culturales, en detrimento de otras, y que no escapó al amiguismo, la elitización, y un uso más propagandista que participativo de los grupos artísticos; pero pese a ello, se llevaron adelante importantes iniciativas para difundir cultura y que ésta llegue a la mayor cantidad posible de gente. Falta por supuesto todavía mucho por hacer, y espacios por construir, por ejemplo para el cine, o que la Biblioteca de la Avenida Abancay sea definitivamente municipal, así como promover las iniciativas que apuestan a la diversidad y la contracultura, como El Averno, que debe mantenerse en el centro de la ciudad como se comprometió la propia alcaldesa.

Pero para que esta revocatoria no prospere, no basta la buena voluntad, ni las caras lindas o mediáticas, mucho menos seguir insistiendo en discursos maniqueos que pretenden mostrar lo bueno e impoluto de un solo lado, y todo lo malo, corrupto, mafioso y feo del otro. Tampoco tratar de contraponer cemento contra cemento, o números de ejecución presupuestal, que al final no le dicen nada a la gente, porque lo que importa es lo que se puede ver y palpar de manera concreta en tu vida cotidiana. No, no olvidemos que se trata de una campaña política, y que la respuesta por tanto debe ser política, en el mejor sentido de esta devaluada expresión, lo que implica precisar qué tipo de ciudad queremos y para quiénes, y cómo una gestión transparente, democrática y participativa puede hacer de esta Lima una que de verdad nos haga sentirnos identificados con ella y en convivencia con toda su gente. Recordemos, hay mucho más en juego que la actual gestión municipal en esta revocatoria, y por eso debemos sumar esfuerzos y voluntades, más allá de las ideologías y simpatías, para cerrarle el paso a quienes quieren medrar con este proceso, y cerrar el paso al cambio, con un rotundo y definitivo NO.

Lima, 18 de enero del 2013