miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cine peruano diferente


Por Christian Wiener Fresco


Por una fortuita y difícilmente repetible coincidencia, esta semana se presentan dos estrenos nacionales en las salas de cines del país.  “El espacio entre las cosas” de Raúl del Busto en tres pantallas de Lima y “Chicama” de Omar Forero en salas de los norteños departamentos de La Libertad, Lambayeque y Piura. 


Más allá que ambas películas sean peruanas, lo que es poco frecuente por no decir excepcional en nuestras colonizadas pantallas comerciales, está el hecho que las dos producciones son propuestas arriesgadas, personales, que apuestan a un cine creativo, no complaciente ni convencional, marcando diferencias con gran parte de lo hecho por el cine peruano anterior y actual.

Del Busto y Forero son realizadores que han realizado una carrera previa con sus propios esfuerzos y recursos, incluyendo largometrajes en formato digital exhibidos en circuitos culturales y muestras de cine independiente (“Detrás del mar” del primero y “Los actores” y “El ordenador” del segundo). Representan de alguna manera y sin proponérselo, a dos espacios de la producción considerados durante mucho tiempo como marginales frente a quienes se calificaban de “cineastas de verdad”, como señaló en alguna oportunidad un conocido ex congresista, en referencia a quienes eran beneficiados por los premios para la producción a través del ex CONACINE.

Ellos se ubicaron más bien en lo que dio en llamarse el cine independiente o experimental y el cine regional, expresiones que recién en los últimos años lograron ser reconocidas por el Estado, permitiendo que sus últimas producciones pudieran acceder a premios que le facilitaron culminarse con mejor acabado técnico y disponibilidad financiera para la campaña de estreno.

Ambos filmes han recibido reconocimientos importantes. El filme de Del Busto obtuvo mención honrosa en la competencia internacional del Festival de Lima Independiente, otorgado por el Jurado presidido por el ganador de la Palma de Oro en Cannes, Apichatpong Weerasethakul. El film de Forero, por su parte, obtuvo 5 premios en el Festival de Cine de Lima del 2012, incluyendo menciones especiales del Jurado y la Crítica internacional a la mejor producción nacional. Obtuvieron, además, premios para la producción y distribución del Ministerio de Cultura que les permitieron su llegada a las salas de estreno. 

“El espacio entre las cosas” es una película sensorial, no narrativa, donde las imágenes y sonidos nos invaden, dialogan, se enfrentan y terminan revelándote un mundo hipnótico y suspendido entre lo que percibimos y sentimos, a la manera de un Tarkovsky, pero sin perder esos rasgos de identidad y extrañeza que lo hacen peruano y universal al mismo tiempo.

“Chicama” es un filme en apariencia más convencional, ya que responde a un relato lineal, con personajes definidos y una estructura aristotélica; pero detrás de esta sencilla historia de esfuerzo e integridad de un profesor en las serranías de La Libertad y las dificultades de la educación rural, se traduce la sensibilidad de un realizador preocupado por la humanidad de sus protagonistas y su viaje exterior (e interior).

Sobran motivos para apoyar estas películas y que el público que busca un cine peruano diferente asista a verlas pronto, porque el negocio cinematográfico es implacable para aplicar las leyes del mercado cuando de cine local se trata. Recomendación que también extendemos a próximos estrenos nacionales con buenas referencias como “El evangelio de la carne” de Eduardo Mendoza y “Roncarol 68”de Gonzalo Benavente, que ya anuncian sus estrenos para el mes de octubre.



PD.- Entregado el artículo nos enteramos que una vez más, una empresa exhibidora, en este caso Cineplanet, había maltratado la exhibición de la película peruana, “El espacio entre las cosas” al suspender funciones en la primera semana en cartelera, entre otras acciones de abierto boicot, y no obstante las condiciones leoninas en cuanto al porcentaje impuesta a la empresa productora. Este abuso es resultado de la indefensión del cineasta nacional ante el silencio de las entidades como el ministerio de Cultura e INDECOPI que deberían intervenir en este caso,  más aún porque los exhibidores ni siquiera cumplieron con respetar la primera semana de exhibición que mandata la Ley 26370, al estipular un trato similar en su difusión comercial del cine peruano que el cine extranjero.  Todo lo que hace urgente una nueva y efectiva Ley de Cine que consagre por fin la cuota de pantalla y el mínimo de mantenimiento para cautelar al cine nacional en su propio país.

domingo, 15 de septiembre de 2013

El juego del monopolio

Por Christian Wiener Fresco

La reciente adquisición del 54% de las acciones del Grupo de la Empresa Periodística Nacional (EPENSA) por parte del Grupo El Comercio, viene provocando inquietud y malestar en la competencia periodística, sectores políticos y empresariales, y buena parte de la opinión pública. Y es que como ha sido señalado, con esta operación financiera, el grupo que lidera el viejo diario fundado en 1839 por el chileno Manuel Amunátegui y el argentino Alejandro Villota, y que luego fue adquirido por la familia Miró Quesada, pasa a controlar el 78% del total de la venta de diarios en el país, adquiriendo una posición de dominio casi monopólico en el mercado de la prensa escrita peruana.   

por el predominio monocorde de una posición ideológica en la prensa nacional, amenazando la independencia de los periodistas y “opinologos” (Ollanta dixit) que osen disentir del todopoderoso consorcio, y reduciendo drásticamente las opciones de acceso diferenciado para el gran público. Las implicancias del monopolio afecta también el manejo publicitario, que restringiría a un solo cliente la oferta de avisaje disponible, y le daría a sus directivos un gran poder de decisión (y veto) no solo en el campo político sino en (casi) todas las áreas, con todos los peligros y arbitrariedades que eso puede conllevar.


Sin embargo, y con todo lo preocupante que resulta esta movida, no es la única expresión de la creciente concentración de medios en el Perú. En la radio, por ejemplo, se han consolidado en esta década  los conglomerados del Grupo RPP  y la Corporación Radial del Perú que controlan en conjunto más del 60% del mercado de la radiodifusión en Lima (repartiéndose cerca del 80% de la torta publicitaria) 

Pero lo más grave se presenta en el campo de la televisión, donde a pesar de la precariedad de la mayoría de gestiones empresariales (con “broadcasters” descendientes de quienes se vendieron a Montesinos en los tiempos de Fujimori, o de administraciones poco claras que se cocinaron en los años posteriores) fueron beneficiados, gracias a la generosidad del ex ministro aprista  Enrique Cornejo, con la repartija de frecuencias para la televisión digital, a fin de consolidar y ampliar su actual dominio del espectro televisivo, todavía analógico.

Un proceso manejado con el mayor de los secretismos, sin ponerse a licitación pública la asignación,  como correspondía, y con el subterfugio eufemístico de “decisiones técnicas” (como la incorporación de la alta definición), cuando en realidad eran políticas, si es que no tenían también otras motivaciones.

Todo lo contrario de lo que se ha llevado a cabo en otras países como Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador, México, Uruguay o Venezuela, donde la discusión sobre el cambio a la televisión digital no se ha limitado solo al aspecto tecnológico entre especialistas, sino motivó un amplio debate político y social, con participación de la ciudadanía,  sobre el rol de los medios ante la posibilidad de apertura de más y mejores alternativas televisivas que ofrece este nuevo sistema. Como se decía en Brasil, no se trata de “más canales para O’Globo” (en referencia a la poderosa red mediática brasileña) sino de “más canales para competir con O’Globo”. Por esa razón, se promueve en estos países, además de los existentes, la incorporación de canales comunitarios, cooperativos y regionales para democratizar de manera efectiva la pantalla.

Estos debates también se han dado, con sus particulares características, en Europa, Japón, Canadá y hasta en los Estados Unidos,  donde una población activa y vigilante ha presionado a los congresistas para que resistan el lobby de las grandes empresas televisivas y publicitarias.

Pero en el Perú, el tema viene pasando casi desapercibido, porque ni a los medios beneficiados (entre los cuales también se encuentra el Grupo El Comercio) ni a los políticos, sea por conveniencia o temor, les conviene alterar el statu quo vigente. Y la inconsecuencia empieza por el propio Ejecutivo y su bancada legislativa, ya que en su plan de gobierno prometió una ley que estableciera “la conformación de un consejo público −con presencia de la sociedad civil− que se encargará de evaluar las concesiones del espectro radioeléctrico que incluyen a la radio y televisión digital”,garantizando una “distribución equitativa y plural de las frecuencias digitales”. En dos años de gobierno, empero, ni siquiera se ha hecho el intento de revisar lo actuado por su antecesor en ese campo.


La gran pregunta es ¿y quién le pone el cascabel al gato (del despensero)?


PD.- Esta semana ingresa a cartelera dos películas peruanas diferentes y exigentes, "El espacio entre las cosas" de Raúl del Busto y "Chicama" de Omar Forero, que recomendamos, no solo por su nacionalidad sino por su calidad y audacia para proponer otro tipo de cine en el país. Vayan a verla pronto, porque difícilmente duraran mucho en cartelera. Después no nos quejemos por la calidad de nuestras películas, o que estas tengan que buscar coartadas fáciles para llegar al público.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Con la música a la radio

Por Christian Wiener Fresco


Hace algunos días conversaba en un taxi sobre la proyecto para fijar un porcentaje mínimo de música peruana en las estaciones de radio. Mientras yo defendía la iniciativa, arguyendo la discriminación de nuestros artistas frente a los extranjeros, el chofer me insistía que no le parecía necesaria la iniciativa porque “las radios” pasaban harta música nacional. Y como evidencia de su afirmación, subió el volumen de la cumbia que estaba escuchando desde una emisora local.

La reacción de mi interlocutor es un buen ejemplo de como las percepciones al vuelo nos pueden llevar a conclusiones engañosas.  Porque efectivamente, si tomamos como referente a estaciones como “Fiesta”, “Karibeña” o “Radio Q”, cuya programación se centra en géneros como la cumbia peruana y la música andina, nadie podría sindicarlas de marginar a los artistas nacionales, ya que entre el 70 y 90% de su programa diario está dedicada a las obras de ellos. Pero la realidad cambia si revisamos emisoras como “Studio 92”, “Okey”, “Viva FM”, entre otras dedicadas al rock y la música contemporánea, donde la participación de los artistas nacionales no supera ni el 4% del total emitido por día, en el mejor de los casos.

Este es el fundamento de la iniciativa legislativa del congresista Sergio Tejada y otros parlamentarios del nacionalismo, con el Proyecto de Ley de “Promoción de la Música Nacional”. El mismo establece porcentajes mínimos de difusión de música nacional, así como de contenido indígena en la radiodifusión sonora que utiliza el espectro radioeléctrico de la nación. Esos porcentajes, denominados cuotas,  se determinarán de forma diferenciada para la radio comercial, educativa y comunitaria, así como para aquella estatal o pública.

De esta manera, en la radio comercial el porcentaje establecido es no menos del 35% de música nacional difundida diariamente entre las 6.00 y las 24.00 horas. Asimismo, en las zonas donde habitan pueblos indígenas, no menos del 10% de la programación diaria debe estar dedicada a música con contenidos indígenas. En las radios educativas, el porcentaje se eleva a 45% de música nacional y en la radio comunitaria se fija en 35%. Finalmente en las estaciones estatales o públicas el porcentaje será de 50% como mínimo. En todos los casos, no menos del 50% del total de material difundido en la cuota debe ser nuevo, es decir que no tenga más de 3 años de antigüedad.

La propuesta de Tejada, quien en su juventud fue guitarrista de la banda rock "Insecto Urbano”, recoge en gran parte la iniciativa de músicos y videocliperos,  lanzada a principios de este año, quienes hartos que sus obras sean discriminadas en géneros como el rock o el pop por las radios locales, demandaron la difusión de más música nacional y nueva en estos medios. Entre los promotores se encuentran Walter Cobos, Percy Céspedez, Alexei Vásquez y Piero Campaña, que impulsan el colectivo de nombre Haz que suene tu música Perú”.


Lamentablemente y como sucede con muchas otras leyes y normas, esas disposiciones se quedaron en lo declarativo, al no existir un ente que supervise su aplicación, pueda aplicar sanción, y en el reglamento se explicite los montos y penas estipuladas para los infractores. Lo que nos lleva a que más importante que una ley es su aplicación, porque la primera puede estar llena de buenas intenciones y propósitos, pero solo lo segunda asegura su ejecución y resultados, más allá de las presiones.


Lo que parecen olvidar estos objetores es que el espectro de radiodifusión donde operan las estaciones de radio y TV es propiedad pública, y que el Estado tiene el derecho de cautelar la presencia de un mínimo de producción nacional, en todos los géneros y estilos, en su uso por los operadores privados. Asimismo, evitar la discriminación de la música nacional, y en especial de los jóvenes y noveles creadores, es parte de las obligaciones de entidades como el Ministerio de Cultura, que tiene un novísima Dirección de Fonografía. Por último, la normano contravine acuerdos comerciales como los TLC u otros, porque se ajusta a las prácticas internacionales de “excepción cultural” que aplican otros países en defensa de sus industrias culturales para no ser vistas como mercancías, como  Australia, Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Francia e Italia; entre otros.

Por tanto, el proyecto merece todo nuestro respaldo y apoyo, y solo una atingencia o añadido, ya que estamos en la era del audiovisual, y que gran parte de la música pasa hoy también por la televisión: ¿por qué no se incluye a la pantalla chica también en el alcance de la propuesta? Digo, es un decir, como decía el poeta.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Dos más

Por Christian Wiener Fresco


Un par de buenas nuevas hubo esta semana. La primera fue la sanción impuesta por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones a Frecuencia Latina debido al incumplimiento de las disposiciones del Tribunal de Ética con su personaje del “Negro Mama” interpretado por Jorge Benavides.

Como se recordará, a raíz de la emisión de un programa del “El especial del humor” en marzo
del 2010, el Centro de Estudios y Promoción Afroperuanos (Lundu) presentó una queja por el contenido racista del mencionado personaje.


La queja fue derivada al Tribunal de Ética de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRTV), quienes en segunda instancia determinaron que los contenidos del personaje afectaban la dignidad de las personas e implicaban discriminación racial hacia la comunidad afroperuana; conminando a los responsables a dar las disculpas públicas.

Pero como quiera que el canal se limitó a decir en sorna cosas generales y sin reconocer responsabilidades, y encima atacaron con argumentos discriminadores a Lundu; estos elevaron su queja al MTC, quefinalmente falló a su favor, imponiéndole  una multa a la empresa Compañía Latinoamericana de Radiodifusión de 20 UIT (74 mil soles).

Es la primera vez que un programa de televisión en el Perú es sancionado por su contenido racista, creando un positivo precedente para el futuro. Ya en una nota anterior hacíamos notar lo contradictorio que era que un local pudiera ser sancionado por prácticas racistas, pero los medios de comunicación no. Sin embargo, más allá de la pena económica, debe haber también una pena social y moral, que ayude a erradicar definitivamente de la televisión peruana estos mensajes, porque no es posible que se castigue al “Negro Mama” y se mantenga en las pantallas a la también denigrante “Paisana Jacinta”.

Todo lo cual nos lleva a la necesidad de tener una legislación más amplia y precisa sobre la materia, para evitar y sancionar, de ser el caso, cualquier tipo de discriminación o denigración por color de piel, opción sexual o cualquier otro motivo en los medios de comunicación, y que no solo se presenta de manera grotesca y ofensiva como en este caso, sino de formas más sutiles y sibilinas. Por supuesto no faltará, como en esta oportunidad, quienes aludirán a una supuesta intolerancia al humor y exceso de suspicacia de los denunciantes, porque reírte de ese otro que invisibilizas y desprecias ha sido siempre bien visto y celebrado en la Lima virreinal.

La otra buena noticia es la reacción positiva que ha tenido el estreno de “Sigo siendo, Kachkaniraqmi” de Javier Corcuera. Sabemos que los documentales no son precisamente fáciles de exhibir en los circuitos comerciales, más aún dedicado a la música peruana de la selva, los andes y la costa peruana, con artistas tradicionales como Máximo Damián, Raúl García Zárate, Jaime Guardia, Carlos Hayre, Félix Casaverde, familia Valleumbrosio y Susana Baca; entre otros. Si el chileno Patricio Guzmán decía que un documental es como el álbum de fotos de un país, en este caso, la película de Corcuera podría asemejarse a los discos de acetato de una imaginaria rockola de nuestra diversa y rica peruanidad. 

Y como la música es celebración, es precisamente eso lo que encontramos y gozamos en este viaje documental por el país, que para muchos será un descubrimiento, porque como bien lo hace notar mi amigo y realizador Edgardo Guerra, ya se ha perdido, por la infrecuencia en los medios masivos, ese hábito que en los años de los cortometrajes obligatorios antes de las funciones era frecuente, con trabajos sobre nuestros músicos, que nos permitían escuchar valses, mulizas, huaynos, tonderos o festejos. Es más, ojalá este éxito pueda animar a que se exhiba pronto de forma masiva “Lima bruja”, un singular retrato sobre cantantes criollos que se resisten a morir de Rafael Polar.


Es cierto que “Sigo siendo, Kachkaniraqmi” no ha logrado los picos de taquilla de los dos últimos estrenos peruanos, pero el hecho que convoque una importante cantidad de espectadores, y que gran parte de ellos queden satisfechos, es un buen síntoma de un país que empieza a reconocer su identidad y diversidad más allá de la comida. Al mismo tiempo, es una señal que en el cine nacional no todo se tiene que reducir a “A su mare” o “Cementerio general”; sino que hay mucho más, y mejor, por hacer y descubrir, sean documentales o ficciones.