jueves, 29 de diciembre de 2016

La luz se hizo sombras



por Christian Wiener Fresco

En los años ochenta y parte de los noventa, cuando el negocio de las salas de cine comenzó a declinar rápidamente en el Perú, el deterioro de la calidad de las proyecciones fue uno de los factores fundamentales que alejó al público, debido a la antigüedad y falta de mantenimiento de los aparatos de proyección, así como al “ahorro” de la combustión de los filamentos de carbón usados para dar luz a los equipos de exhibición de películas. Esa fue también una de las varias razones que llevaron al público a cuestionar al cine peruano acogido a la exhibición obligatoria –y por tanto resistido por exhibidores y distribuidores- , tanto de corto como largometraje, por una supuesta mala fotografía (que en no pocos casos era mala proyección) a lo que se añadía problemas de sonido, que también en gran parte se debían a los deficientes equipos de audio de las salas, incluso de estreno.

Cerrando el siglo XX,  y luego de desembarazarse de la incómoda ley de cine velasquista en los años de Fujimori, el negocio cinematográfico en el país vive un drástico cambio, al cerrarse la mayoría de salas tradicionales, apareciendo en su reemplazo el negocio de las multisalas (o multiplex) asentados en los Centros Comerciales, y dotados de los mayores avances tecnológicos en cuanto a proyección en celuloide, y con sistemas de sonido integrado y dolby que buscaron dar una sensación más vívida a los espectadores. El cambio se traduce también en la propiedad de las salas, que dejan de estar en los rentistas tradicionales para concentrarse en pocos grupos o holdings como Cine Planet, UVK, Cine Star, Cinerama, y las extranjeras Cinemark o Cinepolis, entre otras.

Estas innovaciones y “look” importado, que coincidían con el aire de modernidad y consumismo finisecular, explica el éxito de los nuevos complejos de salas, recuperando a un público que había desertado masivamente, y ganando a nuevos adeptos al cine hollywoodense, mayoritario cuando no exclusivo, en especial con experiencias como el sonido surround o el 3D. Lo que se tradujo en pingues ganancias para este negocio, que parecía hace poco años al borde de la desaparición, y a pesar de la competencia desleal de la piratería, fue ampliándo su cobertura de sectores altos y mesocráticos a populares, y luego fuera de Lima, en las principales ciudades de provincias, que había estado privadas de acceder a los estrenos fílmicos por quince a veinte años.

El Digital

Sin embargo, desde el año 2010 las salas de cine requieren, debido a la globalización y su dependencia de la tecnología e insumos exteriores, reconvertir sus equipos de proyección en celuloide a digitales. El cambio no es poca cosa, implica una revolución en el formato ya no solo de producción y postproducción sino exhibición, con películas ya no en rollos de 35 mm sino discos duros en sistemas Digital Cinema Package (DCP) o similares de 2 y 4k de memoria (cercano al ratio de la cinta de 35 mm). Para ello se requiere nuevos proyectores bajo los estándares aprobados por la Digital Cinema Initiatives, (DCI) organizada por los estudios de Hollywood, y que certifica los equipos digitales aptos para sus películas.

Como el costo de estos equipos son elevados, al tiempo que los distribuidores disminuían los suyos con la eliminación de las copias en celuloide, los exhibidores en acuerdo con las grandes distribuidoras agrupadas en las Major’s de Hollywood establecieron internacionalmente un pago de subsidio que debía ser asumido por el proveedor de la película estrenada en este formato, denominado Virtual Print Fee o VPF. Este sobrecosto no es muy significativo para los grandes distribuidores, porque pueden amortizar el gasto individual por el volumen de sus producciones estrenadas, pero si para los independientes y nacionales con mucha menor presencia en el mercado, por lo que significa también una forma nada sutil de excluirlos.   

Con todo, y al presentarse como un pago supuestamente temporal –ahora se dice que no solo cubriría el valor de compra sino de mantenimiento de los equipos en el futuro- y, sobretodo, por tratarse de una tecnología que asegura una gran calidad de imagen y sonido, y sin los desniveles lumínicos ni desgaste de las cintas por los equipos tradicionales, muchos terminaron aceptando estas nuevas condiciones para acceder al mercado cinematográfico comercial. La alternativa era la marginalidad de los circuitos alternativos y otras ventanas de exhibición.

Pero no contaban con que la tradicional angurria y falta de escrúpulos de nuestros exhibidores, por ahorrarse  unos dólares en las proyecciones y prolongar la vida de las lámparas de sus equipos digitales, reduzcan la intensidad luminosa (lumen) con el resultado consiguiente de afectar la calidad de la visión de las películas en cartelera, en especial las que no son tan comerciales o no les interesa tanto exhibirlas (como las nacionales no tan comerciales). No faltara entonces que se vuelva a acusar a esas películas de baja calidad técnica, cuando de verdad la responsabilidad es de la sala y no de los productores.

Agréguese  a lo anterior que en algunas salas, por la falta de mantenimiento de los equipos de sonido se ha traducido en que se pierda buena parte de los detalles y efectos originales, además de la mala costumbre de pasar mayoritariamente las peliculas dobladas, lo que motiva que no pocos espectadores terminen prefiriendo ver las películas en su casa en blu-ray de alta definición, antes de asistir a salas no muy baratas que brindan tan pobre servicio por pura tacañeria.

¿Este es el cine del futuro que nos prometían destellantes los empresarios cinematográficos? Y a todo esto ¿quién controla este negocio? Se supone que INDECOPI, pero en todos estos años de creada no hemos conocido hasta ahora que se atrevan a intervenir contra la sacrosanta libertad de comercio de estas cadenas, que en ocasiones como esta se convierte en licencia para el abuso y la estafa de los espectadores  (aunque a algunos fuera de sus porciones gigantescas de pop corn, no parece importarles nada más). Esa misma pasividad y peloteo de responsabilidades que estuvo en la raíz de una tragedia como el incendio de los cines UVK en Larcomar, porque parece que solo reaccionamos cuando las cosas ya pasaron, y solo queda lamentarse.