domingo, 13 de octubre de 2019

Una Cinemateca en las alturas


Por Christian Wiener F.

Quién puede dudar que la monumental ciudad del Cusco era un lugar ideal para celebrar un Encuentro Internacional de Cinematecas. Por su historia, legado cultural y hasta condiciones climáticas (altura, sequedad) reúne condiciones mucho más ideales que, por ejemplo, la húmeda Lima para convertirse en el espacio de una futura, y ansiada, Cinemateca Nacional.  Hizo bien por ello la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco al llevar adelante esta importante iniciativa en los últimos días, invitando a representantes de diversos archivos fílmicos que llevan adelante esta acción desde hace años, como el caso de México, Cuba, Brasil, Colombia, Bolivia, Chile, Uruguay y Portugal, para junto a los interesados nacionales y regionales, empezar a pergeñar las bases para esta nueva institución cultural.



Sin embargo para que una iniciativa de esta magnitud prospere y sea realmente inclusiva, debe empezar siempre por casa, de las experiencias que vinieron antes, por lo que se extrañó la ausencia de los compatriotas, residentes en Italia, que impulsan desde hace años el Archivo Peruano de Imagen y Sonido (ARCHI), y que con mucho esfuerzo y escasos recursos han podido restaurar bastante material fílmico nacional que puede consultarse en Youtube. Este escasa gratitud y reconocimiento a los que nos antecedieron se expresó también de forma más dramática en el estado ruinoso y de abandono de los archivos clásicos de la Cinemateca Universitaria de La Molina que dirigía el doctor Miguel Reynel, y que fue denunciado en una carta abierta al evento por Francisco Adrianzén en estos días.


Nuevamente, y más allá de la pompa oficial y los discursos grandilocuentes, la realidad de los hechos y lo urgente de las acciones interpela de forma cruda y dura sobre la urgencia de la Cinemateca y la recuperación de los archivos fílmicos en el país, porque la actividad implacable del tiempo, con la corrosión de los materiales químicos que lo soportan, no está para más dilaciones burocráticas.


LA CINEMATECA DEL CUSCO


La idea de la cinemateca cusqueña forma parte de las llamadas obras emblemáticas del Ejecutivo en conmemoración del bicentenario de la independencia del Perú, en este caso en el sector Cultura, señalada en el Decreto Supremo N°009-2018-MC del 17 de octubre del 2018, y refrendado por el Presidente de la República, además del Presidente del Consejo de Ministros y la entonces Ministra de Cultura, Patricia Balbuena. Esta iniciativa se ha incluido en la partida del Programa Multianual de Inversiones (2018-2021) del Ministerio de Cultura.    


Al respecto los funcionarios de la DDC dieron cuenta que tienen avanzado la elaboración de un expediente técnico de un proyecto de inversión pública para echar a andar el futuro ‘Centro de gestión, restauración y puesta en valor del Patrimonio Audiovisual Nacional”, que estaría enmarcado en el Proyecto general de mejoramiento de los servicios culturales del patrimonio histórico y cultural de la ciudad del Cusco, que tiene un presupuesto base de 246 millones de soles. Los componentes enunciados para su implementación son el diseño y mejora de los procesos y procedimientos administrativos, la creación de la infraestructura, el equipamiento técnico y la capacitación de recursos humanos para las labores propias de la institución.


Tal vez uno de los aspectos más delicados sea el referente a la infraestructura, pues se prevé que el Centro conste de un edificio de tres pisos con una estructura cultural abierta al público, con salas de exhibición, exposiciones y espacios de consulta, al lado de otra de carácter administrativa, así como de recuperación y conservación del material audiovisual, con todos los requerimientos técnicos y climatológicos necesarios, de acceso restringido. Al respecto se identificaron hasta tres casonas y espacios disponibles por la DDC, pero que tendrían que ser habilitados con mucho cuidado dada las restricciones que la ciudad monumental tiene para el levantamiento de infraestructura arquitectónica, que no signifique ningún daño al patrimonio certificado por UNESCO (para que no se presente otro caso como el del Hotel Sheraton).


Sin embargo, lo que se ha adelantado en cuanto a la parte física no parece corresponder en lo organizativo. Para empezar no se tiene claro que tipo de institución y su alcance se quiere crear. Se habla de centro audiovisual, porque incluiría cinemateca, fototeca y fonoteca, lo que en principio puede sonar interesante como propuesta integral, aunque parece no tomar en cuenta que requiere especializaciones y condiciones diversas para cada área y material. Es cierto que las cinematecas y filmotecas en el mundo se orientan hoy a registros más allá de lo cinematográficos tradicionales, incluyendo materiales televisivos, en video y caseros audiovisuales. Pero fotografías y grabaciones sonoras son otra cosa, igualmente importantes por supuesto, que demandan especialidades particulares en cada caso. Recuerden ese dicho popular que quien mucho abarca, poco aprieta.


Más preocupante es que no se defina qué tipo de estructura organizativa sería la nueva institución. Se supone, por tratarse de una inversión pública, que estaríamos hablando de un organismo público pero no se cuenta todavía con precisión sobre su tipo y categoría. Lo ideal, por su naturaleza, funciones e importancia es que se constituya como un Organismo Público adscrito al Ministerio de Cultura, similar a la Biblioteca Nacional y el Archivo General de la Nación. Ello le permitiría tener autonomía operativa y económica, que son claves para garantizar un buen funcionamiento, evitar los entrampamientos burocráticos y transparencia en el manejo de los recursos. Una alternativa intermedia sería la de la Unidad Ejecutora, que es una figura aplicada para la administración de proyectos arqueológicos, que gozan también de un importante manejo autónomo, aunque no se sabe si podría aplicarse a la figura de una Cinemateca. Lo que debiera evitarse es que se convierta en organismo de línea, o peor una oficina del Ministerio de Cultura o la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco, ya que eso le restaría operatividad, capacidad de decisión y pondría en peligro su manejo presupuestal, sometido a los avatares de las autoridades de turno.


La administración pública no significa descartar la posible participación y aportes de privados nacionales y/o extranjeros, sean individuales o corporativos, pues todo suma en la tarea de rescate, conservación y difusión de nuestra memoria audiovisual. Existen iniciativas en otros países que fomentan la existencia de fundaciones o asociaciones de colaboradores que ayudan a promover la conciencia patrimonial, y permiten captar fondos y donaciones de diverso tipo sin las trabas que muchas veces impone el Estado. Otra alternativa es promover el mecenazgo con beneficios tributarios en este campo.


Tampoco se encuentra definido el marco jurídico en que se desenvolverá esta iniciativa, limitándose a señalar como antecedente las escasas y más retorica que efectiva menciones al tema que figuran en la Ley de cine actual (y su modificatoria), omitiéndose los vacíos y contradicciones que sobre el punto esbozaba el proyecto de nueva Ley en el Congreso. El patrimonio es un tema jurídico complejo, donde se mueven muchos intereses que quieren adecuar o modificar los alcances de la Ley actual (28296), por lo que hay que saber si conviene o no en todos los casos declarar a los materiales audiovisuales como patrimonio mueble de la nación, ya que eso implica, entre otras cosas, su impedimento de salida del país. Otro asunto no menos crítico es lo de los derechos de autor, especialmente para la reproducción y exhibición, que en otras partes exige una legislación ad hoc para el caso de los archivos. Finalmente relevar que por lo menos formalmente se dispone en el país de la obligatoriedad del Depósito Legal de las copias exhibidas a cargo de la Biblioteca, que debería pasar a la naciente Cinemateca, complementado con disposiciones concretas (y sanciones) para que se haga realmente efectiva en todos los casos.


LA URGENCIA DEL RESCATE


Todo este debate se da en medio de un abandono de nuestra memoria audiovisual, salvo iniciativas

puntuales e individuales que resultan más que insuficientes para atender la enorme tarea que debe tener por delante esta Cinemateca (con mayor razón si se le agrega fototeca y fonoteca). En el caso particular de la DDC de Cusco lo que manifiestan que pudieron recuperar ha sido fundamentalmente a nivel de fotografías, pero muy poco de material audiovisual, tan solo algunos registros documentales de trabajos arqueológicos en la región y la localización de los trabajos del documentalista César Vivanco. Pero nada de los pioneros de la llamada escuela cusqueña (Chambi, Figueroa, Nishiyama, Villanueva) y otros importantes cineastas de la región (García, Vignati, Espinoza) así como de los más contemporáneos, y en actividad. Fuera de ello, las sempiternas disputas entre los organismos públicos en la región impiden siquiera levantar un registro del material disponible acumulado y deteriorándose en sus bóvedas.


Se supone que el punto de partida de la Cinemateca serán los archivos audiovisuales existentes en el Estado, empezando por los que pertenecen al Ministerio de Cultura, que incluyen todas las obras ganadoras de los concursos en la Ley de Cine (parte de ese material todavía se encuentra en custodia en la Filmoteca de la PUCP); a lo que habría que agregar los archivos de otras entidades (Biblioteca, AGN) que fueron inventariadas por el grupo de trabajo intersectorial conformado por el Ministerio de Cultura en septiembre del 2017, a través de la resolución Ministerial N° 313-2017-MC, cuyos resultados generales fueron expuestos públicamente más de un año después, aunque sin la publicación puntual y detallada del material ubicado. La excepción es el archivo del Instituto Nacional de Radio y Televisión (Radio Nacional y TV Perú) que gracias a convenios internacionales y una gestión dinámica, ha avanzado a una importante recuperación de sus archivos en vídeo y sonido. Pero al mismo tiempo tenemos el caso ya mencionado de la Cinemateca Universitaria en la UNALM, supuestamente también inventariada, pero en la realidad abandonada, pese a que desde hace mucho tiempo se advirtió de su estado delicado (ver el ‘Estudio y propuesta sobre conservación y difusión del material cinematográfico y audiovisual peruano’, que el suscrito elaboró para el Ministerio de Cultura en octubre del 2015).

Y así como ese, hay muchos otros materiales en peligro, abandonados o sin destino conocido aquí o por allá, a lo largo y ancho de un país donde no hay una verdadera cultura y conciencia de la importancia del patrimonio y la memoria, empezando muchas veces por los propios cineastas, dominados por la urgencia del momento, hasta los funcionarios ahogados por las formalidades burocráticas. Tal vez el incremento de proyectos fílmicos como el documental “La revolución y la tierra”, que tienen que recurrir a material de archivo casi inexistente, ayude a empezar a cambiar esta actitud. Mientras tanto, hay que decirlo también, iniciativas como el Concurso Nacional de Proyectos de Preservación Audiovisual organizado por la DAFO del Ministerio de Cultura, siendo loable en su intención, es absolutamente insuficiente y hasta contraproducente, porque obliga a seleccionar la recuperación de un material, en desmedro de otro, cuando todos sin excepción, son necesarios y urgentes (lo más lógico sería, como en el caso de la distribución de películas, que se asignará esos fondos de manera automática, por lo menos mientras no se materialice la Cinemateca). 

Bienvenida la Cinemateca Nacional del Perú, así con todas sus letras, con mayor razón con su sede
central en el Cusco, por historia y descentralización. Una Cinemateca de verdad, con funciones claras, ámbito preciso y liderazgo propio, que resguarde nuestra memoria y sea al mismo tiempo abierta a la comunidad en todo el país, inclusiva, dinámica y que fomente la formación y crecimiento del público y el conocimiento del pasado nacional e internacional en las nuevas generaciones. Pero como bien se pregunta Pancho Adrianzén en la carta aludida al inicio de esta nota: “¿Hasta dónde el Estado, vía Ministerio de Cultura, está dispuesto a asumir el desafío de crearla y sobre todo con qué nivel de compromiso real?”.  Esa es la gran interrogante de fondo, y más allá de las promesas gubernamentales de cara al Bicentenario, y los planes enunciados, hoy es necesario ver que estos se traduzcan en políticas concretas, con resultados tangibles, más allá de las palabras. Recordemos que cada mes, semana, día, hora que pasa; y no se rescata nuestra memoria audiovisual, ay, sigue muriendo, inexorablemente.   

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