Por Christian Wiener F.
Quién
puede dudar que la monumental ciudad del Cusco era un lugar ideal para celebrar
un Encuentro Internacional de Cinematecas. Por su historia, legado cultural y
hasta condiciones climáticas (altura, sequedad) reúne condiciones mucho más
ideales que, por ejemplo, la húmeda Lima para convertirse en el espacio de una
futura, y ansiada, Cinemateca Nacional. Hizo bien por ello la Dirección Desconcentrada
de Cultura de Cusco al llevar adelante esta importante iniciativa en los
últimos días, invitando a representantes de diversos archivos fílmicos que
llevan adelante esta acción desde hace años, como el caso de México, Cuba,
Brasil, Colombia, Bolivia, Chile, Uruguay y Portugal, para junto a los
interesados nacionales y regionales, empezar a pergeñar las bases para esta
nueva institución cultural.
Sin
embargo para que una iniciativa de esta magnitud prospere y sea realmente
inclusiva, debe empezar siempre por casa, de las experiencias que vinieron
antes, por lo que se extrañó la ausencia de los compatriotas, residentes en
Italia, que impulsan desde hace años el Archivo Peruano de Imagen y Sonido (ARCHI), y que con mucho esfuerzo y escasos recursos han podido restaurar
bastante material fílmico nacional que puede consultarse en Youtube. Este
escasa gratitud y reconocimiento a los que nos antecedieron se expresó también
de forma más dramática en el estado ruinoso y de abandono de los archivos clásicos
de la Cinemateca Universitaria de La Molina que dirigía el doctor Miguel
Reynel, y que fue denunciado en una carta abierta al evento por Francisco Adrianzén en estos días.
Nuevamente,
y más allá de la pompa oficial y los discursos grandilocuentes, la realidad de
los hechos y lo urgente de las acciones interpela de forma cruda y dura sobre
la urgencia de la Cinemateca y la recuperación de los archivos fílmicos en el
país, porque la actividad implacable del tiempo, con la corrosión de los
materiales químicos que lo soportan, no está para más dilaciones burocráticas.
LA
CINEMATECA DEL CUSCO
La
idea de la cinemateca cusqueña forma parte de las llamadas obras emblemáticas
del Ejecutivo en conmemoración del bicentenario de la independencia del Perú,
en este caso en el sector Cultura, señalada en el Decreto Supremo N°009-2018-MC del 17 de octubre del 2018, y refrendado por el Presidente de la
República, además del Presidente del Consejo de Ministros y la entonces
Ministra de Cultura, Patricia Balbuena. Esta iniciativa se ha incluido en la
partida del Programa Multianual de Inversiones (2018-2021) del Ministerio de
Cultura.
Al
respecto los funcionarios de la DDC dieron cuenta que tienen avanzado la
elaboración de un expediente técnico de un proyecto de inversión pública para
echar a andar el futuro ‘Centro de gestión, restauración y puesta en valor del
Patrimonio Audiovisual Nacional”, que estaría enmarcado en el Proyecto general
de mejoramiento de los servicios culturales del patrimonio histórico y cultural
de la ciudad del Cusco, que tiene un presupuesto base de 246 millones de soles.
Los componentes enunciados para su implementación son el diseño y mejora de los
procesos y procedimientos administrativos, la creación de la infraestructura,
el equipamiento técnico y la capacitación de recursos humanos para las labores
propias de la institución.
Tal
vez uno de los aspectos más delicados sea el referente a la infraestructura,
pues se prevé que el Centro conste de un edificio de tres pisos con una
estructura cultural abierta al público, con salas de exhibición, exposiciones y
espacios de consulta, al lado de otra de carácter administrativa, así
como de recuperación y conservación del material audiovisual, con todos los
requerimientos técnicos y climatológicos necesarios, de acceso restringido. Al
respecto se identificaron hasta tres casonas y espacios disponibles por la
DDC, pero que tendrían que ser habilitados con mucho cuidado dada las
restricciones que la ciudad monumental tiene para el levantamiento de
infraestructura arquitectónica, que no signifique ningún daño al patrimonio certificado
por UNESCO (para que no se presente otro caso como el del Hotel Sheraton).
Sin
embargo, lo que se ha adelantado en cuanto a la parte física no parece
corresponder en lo organizativo. Para empezar no se tiene claro que tipo de
institución y su alcance se quiere crear. Se habla de centro audiovisual,
porque incluiría cinemateca, fototeca y fonoteca, lo que en principio puede
sonar interesante como propuesta integral, aunque parece no tomar en cuenta que
requiere especializaciones y condiciones diversas para cada área y material. Es
cierto que las cinematecas y filmotecas en el mundo se orientan hoy a registros
más allá de lo cinematográficos tradicionales, incluyendo materiales
televisivos, en video y caseros audiovisuales. Pero fotografías y grabaciones
sonoras son otra cosa, igualmente importantes por supuesto, que demandan especialidades
particulares en cada caso. Recuerden ese dicho popular que quien mucho abarca,
poco aprieta.
Más
preocupante es que no se defina qué tipo de estructura organizativa sería la
nueva institución. Se supone, por
tratarse de una inversión pública, que estaríamos hablando de un organismo
público pero no se cuenta todavía con precisión sobre su tipo y categoría. Lo
ideal, por su naturaleza, funciones e importancia es que se constituya como un
Organismo Público adscrito al Ministerio de Cultura, similar a la Biblioteca
Nacional y el Archivo General de la Nación. Ello le permitiría tener autonomía
operativa y económica, que son claves para garantizar un buen funcionamiento,
evitar los entrampamientos burocráticos y transparencia en el manejo de los
recursos. Una alternativa intermedia sería la de la Unidad Ejecutora, que es
una figura aplicada para la administración de proyectos arqueológicos, que
gozan también de un importante manejo autónomo, aunque no se sabe si podría
aplicarse a la figura de una Cinemateca. Lo que debiera evitarse es que se
convierta en organismo de línea, o peor una oficina del Ministerio de Cultura o
la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco, ya que eso le restaría
operatividad, capacidad de decisión y pondría en peligro su manejo
presupuestal, sometido a los avatares de las autoridades de turno.
La
administración pública no significa descartar la posible participación y
aportes de privados nacionales y/o extranjeros, sean individuales o
corporativos, pues todo suma en la tarea de rescate, conservación y difusión de
nuestra memoria audiovisual. Existen iniciativas en otros países que fomentan
la existencia de fundaciones o asociaciones de colaboradores que ayudan a
promover la conciencia patrimonial, y permiten captar fondos y donaciones de
diverso tipo sin las trabas que muchas veces impone el Estado. Otra alternativa
es promover el mecenazgo con beneficios tributarios en este campo.
Tampoco
se encuentra definido el marco jurídico en que se desenvolverá esta iniciativa,
limitándose a señalar como antecedente las escasas y más retorica que efectiva
menciones al tema que figuran en la Ley de cine actual (y su modificatoria),
omitiéndose los vacíos y contradicciones que sobre el punto esbozaba el
proyecto de nueva Ley en el Congreso. El patrimonio es un tema jurídico
complejo, donde se mueven muchos intereses que quieren adecuar o modificar los
alcances de la Ley actual (28296), por lo que hay que saber si conviene o no en
todos los casos declarar a los materiales audiovisuales como patrimonio mueble
de la nación, ya que eso implica, entre otras cosas, su impedimento de salida
del país. Otro asunto no menos crítico es lo de los derechos de autor,
especialmente para la reproducción y exhibición, que en otras partes exige una
legislación ad hoc para el caso de los archivos. Finalmente relevar que por lo
menos formalmente se dispone en el país de la obligatoriedad del Depósito Legal
de las copias exhibidas a cargo de la Biblioteca, que debería pasar a la
naciente Cinemateca, complementado con disposiciones concretas (y sanciones)
para que se haga realmente efectiva en todos los casos.
LA
URGENCIA DEL RESCATE
Todo
este debate se da en medio de un abandono de nuestra memoria audiovisual, salvo
iniciativas
puntuales e individuales que resultan más que insuficientes para
atender la enorme tarea que debe tener por delante esta Cinemateca (con mayor
razón si se le agrega fototeca y fonoteca). En el caso particular de la DDC de Cusco
lo que manifiestan que pudieron recuperar ha sido fundamentalmente a nivel de
fotografías, pero muy poco de material audiovisual, tan solo algunos registros
documentales de trabajos arqueológicos en la región y la localización de los
trabajos del documentalista César Vivanco. Pero nada de los pioneros de la
llamada escuela cusqueña (Chambi, Figueroa, Nishiyama, Villanueva) y otros
importantes cineastas de la región (García, Vignati, Espinoza) así como de los
más contemporáneos, y en actividad. Fuera de ello, las sempiternas disputas
entre los organismos públicos en la región impiden siquiera levantar un
registro del material disponible acumulado y deteriorándose en sus bóvedas.
Se supone que el punto de partida de la Cinemateca serán los archivos audiovisuales existentes en el Estado, empezando por los que pertenecen al Ministerio de Cultura, que incluyen todas las obras ganadoras de los concursos en la Ley de Cine (parte de ese material todavía se encuentra en custodia en la Filmoteca de la PUCP); a lo que habría que agregar los archivos de otras entidades (Biblioteca, AGN) que fueron inventariadas por el grupo de trabajo intersectorial conformado por el Ministerio de Cultura en septiembre del 2017, a través de la resolución Ministerial N° 313-2017-MC, cuyos resultados generales fueron expuestos públicamente más de un año después, aunque sin la publicación puntual y detallada del material ubicado. La excepción es el archivo del Instituto Nacional de Radio y Televisión (Radio Nacional y TV Perú) que gracias a convenios internacionales y una gestión dinámica, ha avanzado a una importante recuperación de sus archivos en vídeo y sonido. Pero al mismo tiempo tenemos el caso ya mencionado de la Cinemateca Universitaria en la UNALM, supuestamente también inventariada, pero en la realidad abandonada, pese a que desde hace mucho tiempo se advirtió de su estado delicado (ver el ‘Estudio y propuesta sobre conservación y difusión del material cinematográfico y audiovisual peruano’, que el suscrito elaboró para el Ministerio de Cultura en octubre del 2015).
Y
así como ese, hay muchos otros materiales en peligro, abandonados o sin destino
conocido aquí o por allá, a lo largo y ancho de un país donde no hay una
verdadera cultura y conciencia de la importancia del patrimonio y la memoria,
empezando muchas veces por los propios cineastas, dominados por la urgencia del
momento, hasta los funcionarios ahogados por las formalidades burocráticas. Tal
vez el incremento de proyectos fílmicos como el documental “La revolución y la tierra”, que tienen que recurrir a material de archivo casi inexistente, ayude
a empezar a cambiar esta actitud. Mientras tanto, hay que decirlo también,
iniciativas como el Concurso Nacional de Proyectos de Preservación Audiovisual organizado por la DAFO del Ministerio de Cultura, siendo loable en su
intención, es absolutamente insuficiente y hasta contraproducente, porque
obliga a seleccionar la recuperación de un material, en desmedro de otro,
cuando todos sin excepción, son necesarios y urgentes (lo más lógico sería,
como en el caso de la distribución de películas, que se asignará esos fondos de
manera automática, por lo menos mientras no se materialice la Cinemateca).
Bienvenida la
Cinemateca Nacional del Perú, así con todas sus letras, con mayor razón con su
sede
central en el Cusco, por historia y descentralización. Una Cinemateca de
verdad, con funciones claras, ámbito preciso y liderazgo propio, que resguarde
nuestra memoria y sea al mismo tiempo abierta a la comunidad en todo el país,
inclusiva, dinámica y que fomente la formación y crecimiento del público y el
conocimiento del pasado nacional e internacional en las nuevas generaciones.
Pero como bien se pregunta Pancho Adrianzén en la carta aludida al inicio de esta nota: “¿Hasta dónde el Estado, vía Ministerio de
Cultura, está dispuesto a asumir el desafío de crearla y sobre todo con qué
nivel de compromiso real?”. Esa es
la gran interrogante de fondo, y más allá de las promesas gubernamentales de
cara al Bicentenario, y los planes enunciados, hoy es necesario ver que estos
se traduzcan en políticas concretas, con resultados tangibles, más allá de las
palabras. Recordemos que cada mes, semana, día, hora que pasa; y no se rescata nuestra
memoria audiovisual, ay, sigue muriendo, inexorablemente.
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