por Christian Wiener
El gran éxito comercial de la película “Asu Mare” provocó,
entre otras cosas, un intenso debate en las últimas semanas en el país, como
pocas películas nacionales lo han conseguido. En los medios físicos y virtuales
se discutió a propósito del filme sobre asuntos de economía, leyes, sociología
y mercadotécnica, pero curiosamente poco, muy poco de cine.
Los apóstoles neoliberales, incluyendo a “El Comercio”,
aprovecharon su gran acogida para referirse por enésima vez a las bondades infinitas
del libre mercado y de paso, despotricar contra las normas de incentivo y
fomento estatal a favor del cine peruano, como rezagos proteccionistas e
intervencionistas que deberían abolirse, buscando presentar a la película como
el modelo a seguir para todos los cineastas peruanos, no solo en cuanto a la
producción propia sino, sobre todo, en cuanto a la comercialización del
producto en el mercado. En ese último punto entraron a tallar los estrategas y
gurús del marketing como Rolando Arellano, que pontificaron la eficacia de haber
combinado diversos aspectos y características en la película para atraer a
diferentes segmentos de público, como si se tratara de un producto diseñado en
laboratorio, o esos grupos musicales armados por las disqueras en función a
estudiadas demandas de la audiencia.
Sin embargo, la gran afluencia de público que convocó
“Asu Mare” responde en lo fundamental a causas más simples y sencillas, como el
carisma y resonancia mediática de su protagonista, y no había que ser ningún
gran visionario para prever que el enorme éxito que había tenido la
presentación de su unipersonal autobiográfico en las tablas, se podría
repotenciar exponencialmente en la pantalla
grande. Lo que no resta méritos a quienes supieron ver y apostar a esta
producción en un mercado restringido y difícil como el peruano, logrando
después de mucho tiempo desplazar a los tanques del Hollywood de la primacía en
la cartelera.
De alguna manera, y guardando las distancias del caso, el
‘Cachín’ de Carlos Alcántara repite lo que fue en su momento el ‘Nemesio
Chupaca’ de Tulio Loza en los años 60 y 70 –también un estruendoso suceso en su
tiempo- con la diferencia que mientras el segundo representaba a su manera al
migrante serrano que se acriolla en la capital y se vale de su propia identidad
para burlarse del ‘blanco’; en el segundo tenemos al criollo mestizo ‘con
calle’ de barrio pobre ‘pero emprendedor’ que sale adelante con la novia rica,
gracias a su propio esfuerzo y simpatía. En ambos casos, un discurso de ascenso
social y triunfo personal, pero tratando de mantener la identidad y soporte del
protagonista, mimetizado con la biografía del actor que lo representa.
La puesta en escena de “Asu Mare” se apega al
unipersonal, combinando la presentación escénica con las representaciones
ficcionales, y dominado por el relato omnipresente de Alcántara. En realidad, toda la película tiene la estructura y
liviandad de un largo spot publicitario de la “Marca Perú”, con el desfile de
amigos de la casa en breves roles de acompañamiento y la suma anecdótica de
situaciones a modo de sketch, lo que tal vez se deba a que su director, Ricardo
Maldonado, fue también responsable del “Perú Nebraska”. Lo mejor son las
bromas, imitaciones y requiebros criollos del ‘performance’ de Alcántara, de
gran empatía con los espectadores, pero desbarra cuando la cinta quiere
sermonear sobre el racismo, la lucha por el trabajo o el esfuerzo individual
con un discurso de ‘coaching’, y los clichés estereotipados de la publicidad
cervecera y de gaseosa que auspician la producción.
¿Podrá ser “Asu Mare” el camino para la creación de una
industria de cine en el país? Difícil saberlo, pero tengo mis dudas, porque
todo hace pensar que esta película es un caso excepcional y único en muchos
sentidos. En todo caso, habría que ver si ‘Cachín’ llega a convertirse en un personaje
continuo y emblemático, a la manera de Chaplin, Cantinflas o Porcel, lo que no
parece el caso. Y es que para poder asentarse una industria audiovisual, con su
respectivo mercado, debería contarse con una producción sistemática de géneros
consolidados y formulas reproducibles, los que exploraban, por ejemplo,
películas como “El guachimán” o “La gran sangre”; que sin embargo no tuvieron
el éxito de “Asu Mare”.
Más importante aún es preguntarse porque esta película si
consiguió sintonizar con el gran público como no lo lograron varias otras
producciones peruanas previas, precedidas de premios y reconocimientos importantes
en el extranjero. Es cierto que la
mayoría de estas cintas se enfocaron de manera prioritaria a los fondos y
festivales internacionales, que celebran un cine más hermético y simbólico, lo
que aleja a un público en su gran mayoría muy poco formado, para quienes el
cine se reduce a la diversión fácil, los efectos especiales y mucho marketing.
Pero también, hay que decirlo, buena parte de este cine peruano reciente no se
ha plegado al discurso exitista que domina a nivel oficial y mediático en este
siglo, y a buena parte del público no le agrade verse reflejado en el espejo de
nuestras taras y miserias más profundas, como el racismo y la violencia, y por
eso prefieran invisibilizarlo.
Todo lo contrario de “Asu Mare”, que celebra la
criollada, el humor costumbrista y el “aspiracionismo’ de la nueva clase media
emprendedora y consumista (esa que según cifras del BID representa el 70% de la
población nacional) como exponente vigoroso de la “Marca Perú” al estilo de
nuestra celebrada gastronomía, en un país ‘positivo’ y boyante, que supera un
pasado gris y ‘descafeinado’, donde el relato retrospectivo de Alcántara omite
toda mención a Sendero, los años de la crisis o la migración provinciana, para
finalmente dejar satisfechos a todos, porque no incomoda a nadie.
En todo caso, y
saludando las muy buenas cifras de taquilla obtenidas por “Asu Mare” en el
mercado nacional, y que ya permiten avizorar una continuación, sigo creyendo
que los criterios de valoración de una película no se deben reducir a lo
contable, lo que desnaturalizaría su carácter de producto cultural y artístico.
No obstante, bienvenido el cine comercial en el Perú, tan necesario para
consolidar una industria, pero no a costa ni sacrificando otras propuestas
cinematográficas tan o más valiosas y validas, porque el cine peruano debe ser
diverso y complejo en sus discursos y propuestas, como diverso y complejo es
nuestro país.
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