Por Christian Wiener Fresco
El tratamiento dado por las empresas exhibidoras comerciales a los estrenos de las películas peruanas “Prueba de fondo” de Oscar Bermeo y Christian Acuña y “Los Helechos” de Antolín Prieto, condenadas a un mínimo de funciones y en horarios suicidas, como bien dijo uno de sus realizadores, es algo más que una nueva evidencia de lo poco que a estos empresarios les interesa el cine nacional que no les sea rentable de inmediato. De verdad, es un acto de provocación para mostrar su poder, conscientes como están que en estos momentos se viene discutiendo en el Congreso una nueva Ley de Promoción a la Actividad Cinematográfica y Audiovisual, que aunque no los afecta en lo más mínimo en su negocio, quieren dejar bien en claro que ellos siguen teniendo la sartén por el mango en la difusión del cine nacional, y que pueden destruir el futuro de cualquier película que ellos no consideren mínimamente comercial para sus intereses.
Como
se sabe, los gestores del Ministerio de Cultura, con el aval de los gremios de
cine, que impulsan el proyecto de Ley todavía pendiente de segunda votación en
el Congreso, decidieron archivar la posibilidad de tener una Cuota de Pantalla para el cine nacional, a pesar que en el acuerdo del TLC del Perú con Estados Unidos está contemplada la posibilidad de poder implementarlo, como se da–aunque no siempre se cumpla- en el área de la televisión y la radio.
Igualmente se prescindió en este largo proceso de contar con el Mínimo de
Mantenimiento, que permitiría sostener en cartelera a las películas peruanas
que logren superar la media de asistencia, y no ser retiradas por los
blockbusters de Hollywood.
Lo
único que se contempla en el proyecto final es la supuesta exigencia de
suscribir contratos entre el productor-distribuidor y el exhibidor. Pero los
contratos son acuerdos entre privados, y nadie, incluyendo el Estado, puede obligar a una de las partes a someterse al mismo. Y sí lo
hicieran, ¿quién va a poner las condiciones del mismo? Al final, y como ha
sucedido en este caso, el dueño de la pelota, es decir las salas del cine, son
las que decidirán en cuál momento y en qué condiciones aceptará una película (o incluso no la
aceptará, como sucedió con “Sin vagina me marginan”).
Por supuesto que no faltan los tiranosaurios neoliberales de siempre defendiendo el derecho de los cines a programar como deseen y que el cine peruano no abiertamente comercial se condene al ghetto de la exhibición del Estado, tipo canal 7 (como si la difusión televisiva fuera igual a la cinematográfica). El
asunto es que aquí los exhibidores con esa programación en la seman de estreno ni siquiera dejan la
posibilidad que los espectadores puedan escoger libremente ver o no ver la
película, dada su escasez de funciones y los horarios infames, simplemente exhiben su posición de dominio. ¿Qué clase de libre mercado es aquel donde
prácticamente se carece de casi ninguna posibilidad de escoger?
Según
datos estadísticos tomados de fuente del Ministerio de Cultura y los propios
exhibidores comerciales, existen en este
momento en el país 99 complejos de salas de cine comercial de 8 cadenas, que mantienen
operativos alrededor de 560 pantallas, que al día tienen un promedio de cinco
funciones, lo que resulta un total de 2800
funciones de cine diarias en todo el país. De ese total, la película “Prueba de
fondo” tiene 4 funciones, es decir el 0.14%; “los Helechos” consta de 6
funciones, que significa el 0.21% y si incluso sumamos “Retablo” en su curta
semana que tiene 14 funciones, o sea el 0.5%; en conjunto no representan ni el
uno por ciento del total de funciones diarias en los cines. ¿Se puede seguir
diciendo que sería una imposición exigir un trato algo más balanceado para el
cine peruano en su propio país?
“Avengers Endgame”, incluso con horarios inusuales durante las 24 horas del
día, en un total de 1760 funciones en todo el país, es decir casi el 63% solo
para una película. ¡Y después la salas de cine se quejan porque ya no les permiten el monopolio de la canchita!
La crítica Mónica Delgado ha llamado la atención que la grosera marginación de “Prueba de fondo” no se explicaría exclusivamente por ser documental, ya que otros trabajos de este género como los ecológicos “Pacificum” y “Frontera Sur” no sufrieron tan marcada discriminación, lo
que podría explicarse por otras razones como el racismo, clasismo y
centralismo tan acendrado en el país y
la capital, como lo acaba de demostrar el congresista Carlos Bruce. Y yo
añadiría también el machismo, porque otro documental, “Contigo Perú” sobre los
hinchas de la selección peruana de fútbol en el mundial de Rusia, fue estrenada
en marzo de este año con 50 funciones a nivel nacional.
Esperábamos que el
Ministerio de Cultura, que a fin de cuentas apoyó con sus fondos concursables
la realización de ambas películas, hubiera dicho algo sobre este maltrato
comercial, y no limitarse a invitar que el público las vea. Pero eso tal vezpodría poner en riesgo el trámite de la Ley, al que ahora parece circunscribirse todo la actividad cinematográfica en el país. Una Ley con mucha más plata, es cierto, pero con tantos vacíos, como el de la exhibición, y peligros censores que ya hemos advertido. ¿Cuantas más películas peruanas
tendrán que sacrificarse en el futuro para conseguir un pedazo de sitio junto a
la cancha salada?
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