por Christian Wiener Fresco
La
historia es una relación de los hechos del pasado que, por más que se precie de
científica, no es infalible y siempre revisable. Por eso los teóricos
posmodernos la definían como un “metarrelato” (es decir, un relato más allá del
relato); o en otras palabras, una narración que reconstruye una versión o
verdad de lo sucedido, apoyada en datos, testimonios y evidencias verificables,
pero que no se exime de una interpretación con un determinado sesgo ideológico.
De ahí que se hable que muchas veces la historia la escriben “los vencedores”,
para referirse a que quienes alcanzan el poder, suelen imponer también su verdad
histórica como la única valida; por supuesto, cuando la tienen (que no es el caso de los que
se llaman pragmáticos y acomodaticios, que prefieren la negación de la
historia, como sucedía con Fujimori).
Todo
esto viene a cuento de “El Perú ja ja”, la obra de teatro dirigida por Roció Tovar y que se vuelve a presentar en la Asociación Cultural Peruano Japonesa.
Según palabras de la directora en
una reciente entrevista, la obra es “una magistral (sic.) clase de historia del Perú, en joda”. Dejando de lado el adjetivo, por exagerado y poco modesto,
por decir lo menos; lo que es evidente es su intención de revisar, en clave de
humor, algunos hechos y relatos más conocidos y reconocibles de nuestra
historia oficial.
En principio, no habría nada que objetar a la propuesta,
porque si la historia es un relato, como hemos mencionado antes, es perfectamente
legítimo desde el arte confrontar y replantear el discurso, y porque no, con las
armas del humor y la parodia que puedan poner en cuestión mitos y certidumbres del
relato histórico instituido, como lo hicieron, en su momento, los ingleses Monty Python, el norteamericano Mel Brooks o el propio Quentin Tarantino con los
“Bastardos malditos”.
Sin embargo, la propuesta de “Perú ja ja” no busca la sátira
punzante de nuestros males históricos, o una interpelación de la historiografía
oficial, o cuando menos, una puesta en crisis del relato genérico que define a
los peruanos. Nada de eso, la obra se limita a una caricatura bastante burda y
superficial de determinados personajes y situaciones de la historia nacional,
vistos como cromos intercambiables de un álbum escolar, y con bromas no exentas
de alusiones racistas y homofóbicas. Adicionalmente, y como ha sido señalado en
las redes sociales, sus datos históricos de base tienen gruesos errores, lo que
es lo mínimo que se puede exigir a quien quiera hablar de historia, así sea en
plan de joda.
Un ejemplo representativo es el episodio de la batalla de
Arica y el sacrificio de Bolognesi y Alfonso Ugarte, donde se quiere presentar
al primero como un viejo aburrido y loco, y al segundo, un imberbe y algo
amanerado hijito de papa. Detrás del maleteo a esos dos personajes, precisa en
su blog Gustavo Faverón, está “la idea vil y baja de que la solidaridad y la voluntad de entregarse por los demás es cosa de "cojudos", desacreditando su acción, con ese tonito cachasiento
y alpinchista, tan común en estos
tiempos en ciertos sectores favorecidos de la Lima señorial.
Lo
que hace más evidente que la supuesta lectura irreverente de la historia no es
tal, o es solo selectiva, es la gruesa omisión de los realmente poderosos en el
sainete de Tovar. ¿Por qué no hay mención ni burla de la fuga de Prado, los
enriquecidos por el guano, o los grandes señores de la tierra que terminaron
colaborando con el enemigo?
No es mi intención rasgarme las vestiduras, ni investirme de
patrioterismo, pero si tenemos que poner en el fiel de la balanza histórica lo
que hicieron los líderes políticos y económicos en la guerra con Chile, frente
a personajes como Bolognesi, Ugarte o Grau; sin duda que los segundos merecen
nuestro mayor reconocimiento, más allá del manoseo de sus figuras por el tradicional
discurso castrense y oficial. Más aún, en un país con tan devaluado sentido
cívico en su población, después de la devastación educativa del fujimorismo, y
con tan pobre nivel de compresión lectora.
Al final, lo que es claro, es que la opción de la obra es
solamente el divertimento fácil y redituable económicamente, no importa cómo y
sobre que o quienes lo hagas, lo que parece la moda de estos tiempos de “Marca
Perú”
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