Por Christian Wiener Fresco
Por
una fortuita y difícilmente repetible coincidencia, esta semana se presentan
dos estrenos nacionales en las salas de cines del país. “El espacio entre las cosas” de Raúl del Busto en tres pantallas de Lima y “Chicama” de Omar Forero en salas de los
norteños departamentos de La Libertad, Lambayeque y Piura.
Más
allá que ambas películas sean peruanas, lo que es poco frecuente por no decir
excepcional en nuestras colonizadas pantallas comerciales, está el hecho que
las dos producciones son propuestas arriesgadas, personales, que apuestan a un
cine creativo, no complaciente ni convencional, marcando diferencias con gran
parte de lo hecho por el cine peruano anterior y actual.
Del
Busto y Forero son realizadores que han realizado una carrera previa con sus
propios esfuerzos y recursos, incluyendo largometrajes en formato digital exhibidos
en circuitos culturales y muestras de cine independiente (“Detrás del mar” del
primero y “Los actores” y “El ordenador” del segundo). Representan de alguna
manera y sin proponérselo, a dos espacios de la producción considerados durante
mucho tiempo como marginales frente a quienes se calificaban de “cineastas de
verdad”, como señaló en alguna oportunidad un conocido ex congresista, en
referencia a quienes eran beneficiados por los premios para la producción a
través del ex CONACINE.
Ellos
se ubicaron más bien en lo que dio en llamarse el cine independiente o
experimental y el cine regional, expresiones que recién en los últimos años
lograron ser reconocidas por el Estado, permitiendo que sus últimas
producciones pudieran acceder a premios que le facilitaron culminarse con mejor
acabado técnico y disponibilidad financiera para la campaña de estreno.
Ambos
filmes han recibido reconocimientos importantes. El filme de Del Busto obtuvo mención honrosa en la competencia internacional del
Festival de Lima Independiente, otorgado por el Jurado presidido por el ganador
de la Palma de Oro en Cannes, Apichatpong
Weerasethakul. El
film de Forero, por su parte, obtuvo 5 premios en el Festival de Cine de Lima del 2012, incluyendo menciones especiales del Jurado y la Crítica internacional a la mejor producción nacional. Obtuvieron, además, premios para la producción y distribución del Ministerio de Cultura que les permitieron su llegada a las salas de estreno.
“El
espacio entre las cosas” es una película sensorial, no narrativa, donde las
imágenes y sonidos nos invaden, dialogan, se enfrentan y terminan revelándote
un mundo hipnótico y suspendido entre lo que percibimos y sentimos, a la manera
de un Tarkovsky, pero sin perder esos rasgos de identidad y extrañeza que lo
hacen peruano y universal al mismo tiempo.
“Chicama”
es un filme en apariencia más convencional, ya que responde a un relato lineal,
con personajes definidos y una estructura aristotélica; pero detrás de esta
sencilla historia de esfuerzo e integridad de un profesor en las serranías de
La Libertad y las dificultades de la educación rural, se traduce la
sensibilidad de un realizador preocupado por la humanidad de sus protagonistas
y su viaje exterior (e interior).
Sobran
motivos para apoyar estas películas y que el público que busca un cine peruano
diferente asista a verlas pronto, porque el negocio cinematográfico es
implacable para aplicar las leyes del mercado cuando de cine local se trata.
Recomendación que también extendemos a próximos estrenos nacionales con buenas
referencias como “El evangelio de la carne” de Eduardo Mendoza y “Roncarol 68”de Gonzalo Benavente, que ya anuncian sus estrenos para el mes de octubre.
Por
suerte, no todo en el cine peruano se reduce a las publicitadas y taquilleras“Asu mare” o “Cementerio general”, aunque algunos quisieran que así fuera,olvidándose que en la diversidad, además de la calidad, está el gusto.
PD.-
Entregado el artículo nos enteramos que
una vez más, una empresa exhibidora, en este caso Cineplanet, había maltratado
la exhibición de la película peruana, “El espacio entre las cosas” al suspender
funciones en la primera semana en cartelera, entre otras acciones de abierto boicot,
y no obstante las condiciones leoninas en cuanto al porcentaje impuesta a la
empresa productora. Este abuso es resultado de la indefensión del cineasta
nacional ante el silencio de las entidades como el ministerio de Cultura e
INDECOPI que deberían intervenir en este caso, más aún porque los exhibidores ni siquiera
cumplieron con respetar la primera semana de exhibición que mandata la Ley
26370, al estipular un trato similar en su difusión comercial del cine peruano
que el cine extranjero. Todo lo que hace
urgente una nueva y efectiva Ley de Cine que consagre por fin la cuota de
pantalla y el mínimo de mantenimiento para cautelar al cine nacional en su
propio país.
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