por Christian Wiener
Hace algunos días
viene circulando en las redes sociales una solicitud para demandar el retiro del programa “La Paisana Jacinta”, que acaba de relanzarse por Frecuencia Latina. Yo he sumado mi firma a la demanda, y promovido que otros también lo
hagan, por lo que quiero explicar las razones que motivan mi actitud.
No voy a ahondar
en lo dicho y comentado en múltiples artículos en referencia a este espacio y
su contenido racista y denigratorio para la mujer andina tras la careta de
burdo humor popular. Tampoco es una novedad referirse a lo profundamente
racista y discriminatoria que es la sociedad peruana, en todos los estratos y
niveles; actitud que se expresa de forma más cruda y desembozada de tanto en
vez, la última de las cuales –para nuestra vergüenza internacional-fue a raíz de la muerte de la cantante del grupo “Corazón Serrano”.
Entonces, y si
somos mínimamente consecuentes con la constatación previa, es menester exigir
que la televisión nacional elimine los mensajes que lejos de contribuir a
erradicar esta lacra, alimentan y consolidan prejuicios y estereotipos de la
peor especie. No olvidemos que la televisión es –aunque no lo parezca-un
servicio público, que se vale de las ondas hertzianas que le concede el Estado
para llegar a la población. Si no tuviéramos legislaciones y autoridades
tan timoratas en los organismos encargados de regular la comunicación, ya
habría correspondido, como sucede en cualquier país civilizado del mundo,
tener una intervención de oficio por ser tan evidente el atropello, y que
desde hace años origina malestar en buena parte de la población.
Si una discoteca,
restaurante o cualquier lugar público es penado –con razón- por prácticas que
se consideran discriminatorias, sea por motivos étnicos, culturales,
religiosos, sexuales o políticos, ¿por qué esta misma prohibición no se aplica a
los medios de comunicación? ¿Es que tienen corona o nadie se atreve a tocarlos
por temor a su influencia política? En algunos casos, se podría decir, incluso,que el daño es mayor en estos últimos, ya que sin desmerecer el impacto de los primeros en sus víctimas, el alcance es de mayor amplitud y de manera más sostenida en los segundos.
He escuchado a
algunos reclamar que este es un tema de libertad de expresión, como si
desconocieran que las libertades de unos terminan donde afectan las libertades
de otros, como es el caso que comentamos. Otros dicen que es un tema de
elección, y que si no te gusta “La Paisana Jacinta” tienes la opción de cambiar
de canal o apagar la televisión. Claro, con esa lógica no debería sancionarse a
una discoteca o playa discriminadora, porque total, hay otras a las que se
puede asistir sin problemas (con lo que estaríamos empezando a convalidar los
ghettos y reservaciones para los “otros”).
Pero lo que parece
olvidarse muy fácilmente por quienes creen que se hace una tormenta en un vaso
de agua en este tema es que los medios, y en especial la televisión, no son
solo vehículos de entretenimiento e información –imparcial o manipulada, es
otro cantar- sino también, y aunque no sean conscientes de ello y les pese, de
tipo educativo. Y al hacer mención a esto último no nos referimos tanto a
contenidos, propuestas didácticas o estrategias pedagógicas, que por supuesto
los directivos y trabajadores de los
canales desconocen por completo, sino a algo más simple y concreto, que es la
transmisión y formación de valores y actitudes ciudadanas, tan venida a menos
en el país. Eso no significa reemplazar el rol de la escuela y la familia, que
debe ser central en esta área, pero si evitar el boicot de una televisión donde
se sigue perpetuando el racismo y la denigración como algo natural y “gracioso”,
con el peligro de afectar especialmente a los menores, como lo relata la siguiente crónica publicada en LaMula:
“Hoy soy testigo de cómo se repite la historia.
De cómo la violencia que yo ayudé a generar hace más de 10 años es generada hoy
por mi hermano menor. Él acaba de entrar a primero de secundaria y todos sus
amigos, sin excepción aparente, prenden su televisión a las 7pm para sumarse a
los millones de peruanos que diariamente se burlan de la paisana -y de sí
mismos en el proceso- mirando el nocivo programa. Me cuenta que, en su salón,
hay una pequeña y tímida niña chaposa de apellido Ñaupari, a la que ya algunos
empiezan a llamar “Jacinta”. Me cuenta riendo que, para dirigirse a ella, solo
repiten “ñañaña” incansablemente. Me cuenta que a los profesores parece no
importarles. Me cuenta que no pasa nada, porque cada salón tiene su Jacinta o
su Jacinto (o su Huasaberto). Cuando le pregunto, "¿qué te parece gracioso
de la paisana?", sus respuestas son directas: es bien cochina; es bien
estúpida; es bien fea (y él no deduce que es fea, se lo dicen en el programa, y
él aprende que ese cuerpo es un cuerpo feo); por cómo tiene los dientes; por
las cosas que le hacen; por cómo habla; cómo camina; por cómo se viste, por
cómo se orina en las calles. En resumen, por cómo es. Por lo que es.”
Ojalá que la
campaña ciudadana para el retiro definitivo de “La Paisana Jacinta” logre sus
frutos, y que pronto este programa y su humor denigratorio sean solo un mal
recuerdo. Por supuesto, eso no va a resolver el problema del racismo y la discriminación en el país, que es un asunto mucho más profundo y complejo, pero será un primer e importante paso para empezar a encararlo de forma seria e integral.
Lo más importante, sin embargo, es que si se logra esta acción
se estaría sentando un importante precedente de participación ciudadana sobre
los medios de comunicación, que mañana o más tarde se traduzca en una
defensoría del televidente, que organismos como CONCORTV dejen de ser meramente
simbólicos y adquieran carácter vinculante y sancionador en sus funciones, y,
porque no, empezar a discutir abiertamente sobre una verdadera ley de medios en
el Perú, para que los dueños de los
mismos no se sigan sintiendo impunes e intocables con el cuento de la libertad
de ellos, gracias a su fuerza mediática y económica y la anuencia de la clase política, tan medrosa para
enfrentar a los poderes fácticos.
Buenas tardes. Por favor, algún numero de contacto o correo?
ResponderEliminarEs para una entrevista rápida.