Por Christian Wiener Fresco
Esta
semana podría definirse en segunda votación en el Congreso el destino de la tan
zarandeada Ley de promoción de la actividad cinematográfica y audiovisual impulsada
por el Ministerio de Cultura y los gremios cinematográficos. Aunque en nuestro
Perú nunca se sabe lo que puede pasar, es de esperar que la norma sea
finalmente aprobada a pesar de los reclamos histéricos en contra, realmente oligofrénicos, de cierto neoliberalismo periodístico, y la ignorancia supina y sangre en el
ojo de buena parte de los congresistas
anaranjados.
Sin
embargo el sabor que deja el texto final, aun sin los cambios de última hora realizados para el texto sustitutorio por los funcionarios de la DAFO del Ministerio de Cultura, es bastante agridulce. Porque es innegable que resulta un avance significativo
en cuanto a recursos y posibilidades de inversión frente a la legislación
actual, pero más allá de ello no se diferencia mucho de la anterior,
manteniendo el mismo modelo central anclado en los concursos, dependiente del siempre frágil presupuesto
fiscal, y sin mayor modificación en cuanto al destino de las producciones, al
evitar legislar en los picantes pero decisivos asuntos de la distribución y
exhibición comercial, así como otras muchas ausencias ostensibles, más allá de
lo declarativo (preservación, formación, film commissión) y retrocesos
peligrosos, como en el campo de la protección de los derechos laborales de los
peruanos en el sector.

Fue
también decisión de los funcionarios del Ministerio de Cultura dejar de lado en aras
del pragmatismo lo referente a la Film Commission, la Cinemateca Peruana y el peliagudo
encargo de la formación profesional y de público, postulando que sería abordado
en futuras leyes específicas, lo que suena bien poco realista en un país tan
poco institucionalizado y previsible como el nuestro. Porque si tanto cuesta obtener
la aprobación de una primera legislación, es harto difícil creer que pueda
incluirse hasta dentro de bastante tiempo otro norma que haga referencia al
cine o el audiovisual en el país (¿en que quedó la anunciada Cinemateca Peruana para el bicentenario en Cusco, y como quedaría con el archivo actuañ del Ministerio al que la Ley denomina de la misma manera?)

Lo que si no debería dejarse de lado es la corrección de los cambios de última hora introducidos al texto, que terminaron sorprendiendo a más de uno, como lo advertimos en un texto anterior. Nos referimos por un lado al porcentaje del presupuesto para el cine regional,
donde lo justo sería mantener el acuerdo establecido en la Comisión de Cultura
y Patrimonio Cultural del Congreso con los gremios de cineastas regionales de
destinarles no menos del 40%, porque las urgencias y necesidades de desarrollo a
todo nivel humano y técnico en el interior del país son mucho mayores que en la
más cosmopolita y solvente capital. También a los dispositivos que derivan varias responsabilidades de la Ley a un organo de línea del Ministerio, lo que debiera ser materia del reglamento. Y por supuesto, el retiro inmediato del
párrafo censor inserto en el artículo IV de las disposiciones generales, que
dice que no puede beneficiarse de las medidas contenidas en la presente ley “las obras que vulneran o no respeten el
ordenamiento jurídico peruano y los reglamentos de la presente ley”. El
argumento de que se trataría de una exigencia del MEF para impedir la
participación de los que hicieron mal uso de la Ley no se sostiene, porque lo
que estarían impedidos son personas, naturales o jurídicas, y no obras, y
porque además el proyecto cuenta en su título II con un extenso régimen de
fiscalización, infracciones y sanciones precisamente para quienes pudieran infringirlo.
Llama la atención sin embargo el
silencio hasta el momento de los gremios sobre el tema, a más de una semana que
lo hiciéramos público, frente a la reacción que tuvieron cuando la congresista
Melgarejo trato de introducir una clausula sobre la “apología del terrorismo”
en la Ley. ¿Acaso no se dan cuenta que es casi lo mismo, con otras palabras, y
todavía de alcance más amplio? Terrible cuando se flexibilizan los principios de
la actividad artística y cultural en función a los objetivos inmediatos
económicos, así sean muy atractivos.
Pero como se dice en muchas películas al final, esta historia continua…